- Por Sebastian Buritica
El ejercicio de emprender conlleva múltiples retos a lo largo del trayecto. Generalmente todo empieza por una idea innovadora que pretende revolucionar la industria donde se quiera enfocar y lograr una diferenciación que resulte como una ventaja competitiva del mercado. La pasión se apodera de nosotros cuando terminamos de construir la estructura del negocio. Pensamos en cifras, beneficios y en el reconocimiento de nuestro allegados por lograr el éxito, pero no sabemos que realmente viene el paso más importante, materializar la idea del negocio.
El proceso de consolidación requiere tiempo, esfuerzo, sudor e incluso lágrimas. Aquí empezamos a buscar buenos proveedores que se ajusten a nuestra cadena de valor. Aquí es donde muchos nos estrellamos porque decimos: “¿Ahora qué?”
Nos ponemos en la tarea de buscar y nos encontraremos con respuestas como: “Eso no existe” o “nosotros no hacemos esas cosas”, entre otras respuestas con tendencia negativa. También habrán incertidumbres económicas como: “¿Ahora de donde saco la plata para empezar?” O si buscas algún tipo de inversión, recibirás respuestas como: “Esa idea no va a funcionar” o “nadie va a comprar ese tipo de productos/servicios”; entre muchas otras negativas que podríamos enumerar.
Pero, el lector se preguntará: ¿Vale la pena resaltar los puntos oscuros del emprendimiento? La respuesta es un rotundo sí, pues uno de los errores más comunes del emprendimiento es no preparar la mente y dejarse llevar por la emoción del momento. Es importante entonces, fortalecer nuestra estructura mental para que podamos estar preparados a todos los “no” que se nos presenten en medio del camino. Cuando escuchaste la frase: “nadie dijo que sería fácil” antes de empezar a emprender, es porque realmente era cierto. Emprender no es fácil, es un sendero que pocos están dispuestos a recorrer de manera adecuada y muchos se quedan cojos a la mitad del camino. Es por ello que debemos incrustar en nuestro cerebro el pensamiento de que: “Cada no es un paso más cerca del sí”, pues llegará el momento en que un proveedor te diga: “sí”, un inversionista te diga: “sí” o un cliente potencial te diga: “sí”. Debemos aprender a tocar todas las puertas, y buscar más y más que estén propensas a abrirse.
Es por ello que reitero la máxima: “Emprender es difícil, pero no es imposible”, no pocos lo logran, pero aquellos que lo hacen, tendrán la capacidad de vivir una vida como muchos quisieran hacerlo.